sábado, 2 de diciembre de 2017

MENÚ INFANTIL: NO GRACIAS

Cuando acabo una lectura como Sueños en tiempos de guerra de Ngũgĩ wa Thiong’o, en la que me he sumergido por completo, se acentúa aún más en mí la capacidad de relativizarlo todo y de ver mis pequeños problemas cotidianos aún más minúsculos y superables. Por este motivo, no iba a escribir sobre lo que finalmente me he decidido a abordar, porque no es en absoluto nada que me quite el sueño, pero si que es algo que llevo observando desde hace tiempo.

Se trata al fin y al cabo de esta concepción de infancia bastante extendida, a veces por poco reflexionada, llevada por la costumbre y por las influencias comerciales. Me pregunto porque casi siempre que un adulto ofrece algo a Juno (extensible a cualquier niña o niño de mi entorno) es algo que yo jamás elegiría para ella. Os confieso que es un fastidio, porque nadie que con su buena fe le da algo a un niño quiere ofender a la madre o contrariarla, pero desde el otro lado, el de la madre no ofendida pero que no quiere dar por bueno lo que considera que no lo es, pues tiene que medir con mucho cuidado qué palabras y tono usar para que no la tachen de radical. 


Le chiflan los guisantes, los garbanzos y todas las bolitas comestibles

Porque todos sabemos que por una vez... pero la realidad es que es una tras otra y si no comunicas tu parecer a estos adultos bienintencionados van a seguir con esa conducta sin ni siquiera plantearse si hace bien o mal al pequeño.

No aceptar según qué cosa para Juno sin ofender pero sin dejarme engatusar con aquello de "por una vez...", todos sabemos que no es ni una, ni dos, ni tres!

Vale, esto parece un acertijo. Vamos a casos concretos para que comprendáis a qué me refiero: cada vez que vamos a un restaurante nos ofrecen el menú infantil encantados de poder ofrecer algo "adecuado" para una niña de dos años. Pero con todo el respeto, no me ha parecido muy adecuado ni uno de todos los menús infantiles que he visto. En general, se componen de pasta con tomate frito, patatas fritas, rebozados, croquetas, salchichas... algunos incluyen zumos y postres azucarados, etc. Todos los alimentos que no ofrecemos a Juno porque no nos parecen muy saludables. Sin embargo, ella come ensalada, verdura, platos de cuchara como garbanzos, lentejas, sopas, etc. cosas la mar de habituales en la dieta mediterránea.
(Obviamente, no hablo de restaurantes especializados en comida vegana, ecológicos o de agricultura de proximidad, como por ejemplo el Restaurante Bellver en el Pla de Calma y otros, en ese caso ni existe el menú infantil porque todo es apropiado)
Hasta hace bien poco, lo que nos ofrecían eran purés y triturados, que por supuesto que puede comerlos, pero por el tema de percibir los sabores y texturas de cada alimento, las cantidades y la masticación, preferimos que coma entero. En los vuelos de este verano nos daban potitos y ella pedía carne jejeje!! Es tan sencillo como elegir platos de la carta que se adapten a los que ella consume y listo. 

Lo hemos vivido con frecuencia, ir a cualquier sitio relacionado con comida y que le den algo blandito y dulce: y ni una cosa ni la otra. No por querer quedar bien va a tomar azúcar si aún no lo ha probado, por ejemplo, ni por mucha gracia que nos hagan las minimagdalenas de la panadería. Y lo de obsequiarla con caramelos ya ni os cuento, tengo aún en el bolso piruletas y golosinas que le ofrecen y que discretamente guardo. Nadie le da un plátano, una uva, un tomate... ¡a ella le chiflan! Y vale que le den pan, pero a veces me dan ganas de decir, ¡vale ya de pan!


No tan a menudo, pero es cierto que se hace como un trato de favor, te ven con un bebé o un niño pequeño y en vez de cubiertos normales nos han llegado a sacar toda la vajilla de plástico, incluido el vaso. Lo de dar objetos de plástico a los niños es otra práctica habitual, siempre hablando desde mi experiencia particular, aclaro: hemos estado en lugares donde podías adquirir juguetes de madera y trapo preciosos, rodeados de naturaleza, con sus piedras, piñas, conchas... y plantarnos delante la típica casita que aprietas un botón y sale un gallo cantando bien estridente para entretenerla. En Bali, con la de flores, bambú y madera que teníamos a nuestro alcance, en el hotel nos prepararon un kit de juguetes para Juno de lo más plasticoso....

Y volviendo al azúcar: sé que es raro un niño que no ha probado el azúcar, mucho adultos de mi entorno no lo entienden, creen que es una mala decisión. ¡Qué le vamos a hacer! Con lo adictivo que es el azúcar y el poco bien que nos hace, yo lo tengo clarísimo, las chuches de Juno son las frutas, los higos, las pasas, los pepinos, el queso... Ella lo prueba todo, muestra una actitud hacia la comida que me fascina, por su curiosidad y su iniciativa, por su autonomía. Le gustan todos los ingredientes que añadimos a la ensalada y mojar pan con el aceite, nunca le hace una mueca a nada por novedoso que sea. No lo estaremos haciendo tan mal. Jamás la hemos engañado para que pruebe o coma algo, ni insistido, ni persuadido, hemos respetado su apetito y su sensación de saciedad, en definitiva, su ritmo.


Y quería escribir sobre este tema porque sé que no me pasa a mí únicamente, tal vez a mí me importe especialmente porque soy muy cuidadosa en estos aspectos, y me siento un poco la "rara". Aunque ya estoy más que acostumbrada a nadar a contracorriente y sortear según qué comentarios. Ahora me sucede con este tema, pero lo tengo comprobado, a la que opinas distinto siempre habrá quien te ponga mala cara (en el mejor de los casos), nadie dijo que fuese fácil...

Y en otro rato os cuento más sobre el libro con el que he empezado esta entrada, porque es necesario y está escrito con tanta delicadeza, franqueza y naturalidad... Me gustaría que lo leyese mucha gente.

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