lunes, 4 de enero de 2016

MI CASA HUELE A NARANJA

Seguro que al leer el título de esta entrada muchos compañeros y compañeras de profesión habéis notado el guiño al libro Mi escuela sabe a naranja (2007) de Mari carmen Díez Navarro y editado por Graó.



"Para mí la naranja trae un sabroso olor a vida, a aire libre, a idas y venidas, a tarea conjunta, a aprendizaje... y a puro placer."

Mi escuela sabe a naranja
gajo por gajo
niño por niño
a naranja que se abre
a naranja fugaz.

Mi escuela sabe a naranja
pieles con pieles
voces con voces
a naranja agridulce
a naranja de mar.

Mi escuela sabe a naranja
día tras día
sueño tras sueño
a naranja despierta
a naranja con pan.

Mi escuela sabe a naranja



Para quienes tenemos la suerte de pasar el día viendo el mundo a ras de suelo, entre risas y llantos, que también los hay, dulces melodías y alegres canciones, suaves telas y mullidos cojines. Para los que cada día pensamos que habitamos el paraíso y nos sentimos por ello los seres más afortunados del planeta, el olor a naranja resulta muy significativo.

Las naranjas de media mañana, que pelamos ante los ojos asombrados de esos pequeños grandes curiosos al ver como se desprende de ella un largo tirabuzón de piel. Esa otra que exprimimos entre todos, obteniendo un zumo que nos parece el más delicioso elixir. La que guardamos para trocear y tomar un cachito de postre. Esa naranja que entra en la estancia de los bebés para obsequiarles con uno de sus primeros sabores, ácido y dulce a la vez.Y esas otras naranjas, de las que guardamos la piel y usamos como ambientador natural, o para decorar algún rincón del espacio escolar.

Aprovecharlo todo es inherente a mi profesión. Sin darte cuenta empiezas a ver el mundo como un gran almacén de recursos y te ves pronunciando continuamente la frase "no tires eso" y recopilando cajas, frascos, papeles de regalo, envoltorios, retales... Las ceras no pintan igual si no están clasificadas en cajitas transparentes, que en otro momento contuvieron bombones. ¿Y las botellas vacías que al rellenarlas con ingenio adquieren una nueva vida? Unas flores caídas de un árbol, que descuidadamente pisarán los transeúntes, son para ti el perfecto centro de mesa de aquella mesita baja de la entrada del aula; las colocarás con cuidado para que se vean preciosas y extenderás con mimo un pedazo de tela bajo el cestito que las alberga. Unas hojas o unas piñas de tu paso por un bosque cercano, el mejor material de juego posible. A un marco viejo, que alguien tiró, le ves mil usos... con un cordel y unas pinzas de madera son el lugar perfecto para colgar unas fotos o dibujos.

Comer una naranja pensando en lo que vamos a hacer con su piel adquiere un valor distinto: la pelas con cuidado y guardas los tirabuzones carnosos, los dejas secar sobre papel de periódico, los troceas y trituras impregnado de fresco perfume toda la estancia, guardas ese polvo grueso en frascos de vidrio que servirán para preparar deliciosos platos en la cocinita o para pasar de un recipiente a otro, colar, rellenar, vaciar, tocar, probar...

Mi casa huele a naranja y a vida, y cuando entro, y me llega ese cítrico aroma, me acuerdo de mi escuela, que al igual que muchas escuelas del mundo, huele, sabe y rinde tributo a la naranja en su cotidianidad. Magnífica fruta y precioso color.




Una cuidada presentación hace más apetecible la exploración.




Más fina o más gruesa, la piel de naranja triturada es un elemento muy rico sensorialmente para experimentar con él. Desprende un magnifico olor y, dependiendo de si está más o menos seca, su textura varía. 



Se le puede dar tantos usos y combinar con tantos otros materiales como la imaginación nos deje, estas propuestas que comparto son tan solo una pequeña muestra.




Dulce naranja
su cáscara amarga
olor de niñez


Capturas de ficción
Blog de Carlos Vílchez

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